SANTA TERESA DE JESÚS, PRIMERA «DOCTORA» DE LA IGLESIA




…la iniciativa partió del P. Anastasio Ballestrero (del Santísimo Rosario), que era Prepósito General de la Orden de los Carmelitas Descalzos. Fue una gran personalidad; sin duda, la figura más destacada del Carmelo actual.

Fue Obispo de la diócesis de Bari, y Arzobispo de Turín; Presidente de la Conferencia episcopal Italiana y Cardenal de la Santa Iglesia. El presentó al Papa Juan XXIII en 1962-63 la idea y el proyecto del «Doctorado», según el relato que él mismo dejó hecho, para que conociese la posteridad esos detalles. Hasta hace unos años apenas se tenía conocimiento de esta historia. Pero, en 1995, él mismo publicó de propio intento una relación de este hecho. Es una página importante y deliciosa. 

«Son detalles —dice él mismo— que no son muy conocidos. Los doy a conocer por primera vez, porque el tiempo va pasando, y es justo que se haga memoria»

Los diálogos del P. Anastasio con los Papas Juan XXIII y Pablo VI son una página viva sobre el «doctorado» de Santa Teresa, poco conocida, casi inédita, y de grande interés. La transcribo a continuación, para que conozcamos el ritmo del desarrollo de un tema tan importante. Dice así:

«Recuerdo, que en una audiencia con el Papa Juan XXIII, amable como siempre, en un momento de la conversación, se refirió a nuestra Madre Santa Teresa. Se manifestó muy buen conocedor y admirador de su doctrina. Yo animado por sus expresiones, le dije: Santidad:
¿Por qué no declara a Santa Teresa de Jesús Doctora de la Iglesia?...

El Papa permaneció un momento callado, y como sorprendido; y me dice: ¿y por qué no? Pero, será preciso estudiar la cuestión, porque es de esperar que los teólogos nos vengan con San Pablo, que dijo, que las mujeres deben callar en la Iglesia (cf 1Cor 14, 34).

—Yo le dije: Santidad: no me parece ese un gran argumento <en contra>. Me añadió: Hágalo estudiar. Entre en contacto con la Congregación competente, y que lo haga estudiar.

Con toda discreción, encargué a un teólogo y a un biblista, que estudiasen el tema, para llevarle al Papa una primera reflexión seria sobre el asunto.»

La cuestión estaba ya encauzada. Juan XXIII había aceptado resolver la dificultad —la única que se proponía— por razón del sexo.
Pero, a esas alturas, murió Juan XXIII, a primeros de junio de 1963, ¿Qué hacer?, se preguntó el P. Anastasio... A Juan XXIII le sucedió en el pontificado el Papa Pablo VI, elegido y proclamado Papa el 30 de junio de 1963. Y continúa el P. Anastasio su relato:

«En una de mis primeras audiencias con Pablo VI, me decidí a decirle:  Santidad, pienso que es un deber informarle, que había tratado con el Papa Juan XXIII sobre el doctorado de Santa Teresa de Jesús.

Dígame, dígame <me contestó>. Le informé de cómo habían quedado las cosas con el Papa Juan XXIII. Pablo VI me escuchó con atención, y al terminar mi discurso, mirándome con aquella forma suya, me dice: Y el día que hayamos declarado a Santa Teresa de Jesús Doctora de la Iglesia, ¿qué problema de Iglesia hemos resuelto?…

Enmudecí; no le respondí nada. Pero me dije a mí mismo: pues, en mi corazón, cuestión terminada.

Pasó tiempo, y visité al Papa otras veces. Y un día, después de una audiencia, que por diversos motivos había resultado complicada, me dice el Papa: Y ahora, una buena noticia. He repensado lo que me dijo; lo he reflexionado; he orado, y le digo: Haré Doctora de la Iglesia a Santa Teresa de Jesús.

Fue para mí una sorpresa. No me lo esperaba. Se lo agradecí, y el Papa me dijo: Pero, Padre, si hacemos doctora solamente a Santa Teresa de Jesús, habrá muchos que murmuren, por manifestar como una acepción <de persona>. Debemos buscar otra Santa, para hacer al menos dos. Yo lo pensaré, dijo el Papa.

En efecto, se propuso declarar Doctora también a Santa Catalina de Siena. Hecho esto, continúa el relato:

Al tiempo de decidir cuándo y cómo hacer la declaración de «doctoras a las dos religiosas, yo sugería al Papa declararlas a las dos en una sola ceremonia, proclamándolas doctoras juntamente. Pero, el Papa se manifestó firme, inamovible. Me dijo: No; en un domingo a Santa Teresa, la primera; y al domingo siguiente a Santa Catalina, la segunda. Y así fue.»

El resto de esta historia es suficientemente conocido. Forma parte de la historia de la Iglesia de nuestros días, y de la cultura en que nos movemos. Desde su proclamación de «Doctora», Santa Teresa viene irradiando con mayor fuerza el esplendor de la luz de su doctrina, y los rasgos de su personalidad, sorprendente y superdotada en valores humanos y sobrenaturales. Es uno de los objetivos que movió a Pablo VI a distinguirla con ese título, reconociéndola Madre y maestra de los espirituales —lo dice el mismo Papa—. Lo hemos reconocido nosotros…


«…a fin de que nimbada por este título magistral, tenga en adelante una misión más autorizada que llevar a cabo dentro de su familia religiosa, en la Iglesia orante, y en el mundo, por medio de su mensaje perenne y actual: el mensaje de la oración» (homilía de Pablo VI).





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