La Asunción de la Virgen María Siglo XVIII |
La Asunción de la Virgen el
misterio y la fiesta litúrgica el 15 de agosto son memorables en la vida de
santa Teresa, por tres hechos de diversa índole, referidos en el Libro de la
Vida.
El suceso primero ocurrió el 15 de agosto de 1539, cuando Teresa
había regresado de Becedas, enferma y maltrecha por las pócimas de la
curandera: Teresa quiere confesarse para celebrar la fiesta de la Asunción. Se
lo impiden. Y esa misma noche le sobreviene el 'paroxismo' que la tiene 'sin
ningún sentido cuatro días' (V 5,9). Pero no sucumbió a la muerte. Quizás había
aludido ya a este terrible episodio al referir su acogida a la maternidad de
María: '...aunque se hizo con simpleza, me ha valido. Porque conocidamente he
hallado a esta Virgen soberana en cuanto me he encomendado a ella...' (1,7).
El hecho segundo acontece ya en otro plano, claramente místico.
Fue el 15 de agosto de 1561, estando en la iglesia de Santo Tomás de Ávila,
durante los preparativos de la fundación del Carmelo de San José. Teresa tiene
ahí la más hermosa de sus mariofanías: 'Vi a nuestra Señora al lado derecho, y
a mi padre San José al izquierdo...' (33,14-15). Sigue una detallada
descripción, que concluye con estos detalles: 'Era grandísima la hermosura que
vi en nuestra Señora, aunque por figuras no determiné ninguna particular, sino
toda junta la hechura del rostro, vestida de blanco, con grandísimo resplandor,
no que deslumbra sino suave... Estando así conmigo un poco... parecióme que los
veía subir al cielo (a la Virgen y a San José) con mucha multitud de ángeles.
Yo quedé con mucha soledad...' (33,15).
Todavía un tercer episodio, ocurrido de nuevo el día de la
Asunción, probablemente en el nuevo Carmelo de San José, entre 1563 y 1565. Lo
refiere ella en Vida 39,26: 'Un día de la Asunción de la Reina de los Ángeles y
Señora nuestra, me quiso el Señor hacer esta merced, que en un arrobamiento se
me representó su subida al cielo y la alegría y solemnidad con que fue recibida
y el lugar adonde está... Fue grandísima la gloria que mi espíritu tuvo de ver tanta
gloria... Quedóme gran deseo de servir a esta Señora, pues tanto mereció'.
En la fiesta de la Asunción de la Virgen, el año 1568, inauguró
T el Carmelo de Valladolid (F 10,6). En su breviario la liturgia de la Asunción
revestía especial solemnidad (folios 323r-327v), precedida de una hermosa
estampa del misterio, a toda página: la Virgen coronada de reina, escoltada de
ángeles, se eleva ante los ojos atónitos de los diez apóstoles. María.
T. Alvarez
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