Santa
Teresa no cita sus obras. Alega la autoridad de su persona al defender la
propia doctrina de la Humanidad de Cristo en la alta contemplación (Vida 22, 7)
“Este
Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes. Él le enseñará. Mirando
su vida, es el mejor dechado. ¿Qué más queremos de un tan buen amigo al lado,
que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones, como hacen los del mundo?
Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe sí.
Miremos al glorioso San Pablo, que no parece se le caía de la boca siempre
Jesús, como quien le tenía bien en el corazón. Yo he mirado con cuidado,
después que esto he entendido, de algunos santos, grandes contemplativos, y no
iban por otro camino. San Francisco da muestra de ello en las llagas; San
Antonio de Padua, el Niño; San Bernardo se deleitaba en la Humanidad; Santa
Catalina de Sena... otros muchos que vuestra merced sabrá mejor que yo.”
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