Entrada en Jerusalén, pintura románica, ermita de San
Baudelio, Soria, España (s.XI)
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La Santa intensifica su preparación para la Pascua de modo especial en la Semana Santa. Durante muchos años celebra con devoción especial el Domingo de Ramos:
"El día de Ramos, acabando de comulgar, quedé con gran suspensión, de manera que aún no podía pasar la Forma, y teniéndomela en la boca verdaderamente me pareció, cuando torné un poco en mí, que toda la boca se me había henchido de sangre; y parecíame estar también el rostro y toda yo cubierta de ella, como que entonces acabara de derramarla el Señor. (…) ha más de treinta años que yo comulgaba este día, si podía, y procuraba aparejar mi alma para hospedar al Señor; porque me parecía mucha la crueldad que hicieron los judíos, después de tan gran recibimiento, dejarle ir a comer tan lejos, y hacía yo cuenta de que se quedase conmigo, y harto en mala posada, según ahora veo..."
Relaciones
26, 1
Luego, ese día, repartía su comida a un pobre, práctica que de ella heredó la comunidad de la Encarnación. Lo cuenta la historiadora del monasterio, María Pinel: 'En el coro bajo, el Domingo de Ramos, se halló toda bañada en la sangre de Cristo..., pagándola nuestro Señor el hospedaje que le hacía aquel día, porque... no comía hasta las tres de la tarde, estándose acompañando a Su Majestad hasta aquella hora, y en reverencia suya daba de comer a un pobre. Y a su imitación se hace en esta casa así, no comiendo aunque vayan a refectorio..., dejando a la puerta (de casa) la comida todas las que pueden por sí mismas para el pobre que tienen prevenido, y solicita cada una a la portera no falte pobre para ella' (Retablo de Carmelitas, Madrid 1981, p. 47).
Fuente https://www.teresavila.com/
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