“… Porque una persona siempre recogida, por santa que a su parecer sea, no
sabe si tiene paciencia ni humildad, ni tiene cómo lo saber. Como si un hombre
fuese muy esforzado, ¿cómo se ha de entender si no se ha visto en batalla? San
Pedro harto le parecía que era, más miren lo que fue en la ocasión; más salió
de aquella quiebra no confiando nada de sí, y de allí vino a ponerla en Dios y
pasó después el martirio que vimos.
¡Oh válgame, Dios, si entendiésemos cuánta miseria es la nuestra! En todo hay
peligro, si no la entendemos. Y a esta causa nos es gran bien que nos manden
cosas para ver nuestra bajeza. Y tengo por mayor merced del Señor un día de
propio y humilde conocimiento, aunque nos haya costado muchas aflicciones y
trabajos, que muchos de oración. “
Fundaciones 5, 15-16
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