Y el orden de la gracia de la Unión
hipostática de la Gracia, al cual pertenecen solamente Jesús, María y José, es
muy superior al orden de la gracia en la que viven todos los demás santos y
coros angélicos.
La Trinidad divina ha derramado en el corazón de José, al
predestinarle para ser parte del orden de gracia de la Unión hipostática, todo
cuanto cabe en corazón humano, después de la Virgen María, de gracia, bondad,
dulzura y ternura y misericordia y de todas las virtudes en grado supremo, de
bendiciones y privilegios.
No es fácil comprender la grandeza a que Dios ha
elevado a san José para su honra y bien nuestro, pues su Hijo no le niega nada
de lo que le pide, como dice santa Teresa.
Podemos aplicarle lo que dice san
Juan de la Cruz de las almas que han llegado al matrimonio espiritual:
“Quién
podrá decir hasta dónde llega lo que Dios engrandece un alma cuando le da en
agradarse de ella. No hay poderlo ni imaginar, porque, en fin, lo hace como
Dios, para mostrar quien es Él. Solo se puede dar algo a entender por la
condición que Dios tiene de ir dando más a quien más tiene, y lo que le va
dando es multiplicadamente según la proporción de lo que antes el alma tiene…De
donde los mejores y principales bienes de su casa, esto es, de su Iglesia, así
militante como triunfante, acumula Dios en el que es más amigo suyo y lo ordena
para más honrarle y glorificarle” (CE, c. 34, 8).
Solo que este cúmulo de
bienes a san José se los dio en el instante mismo de su santificación en el
seno de su madre, como se los dio a la Virgen en el primer instante de su
Concepción Inmaculada, elevándoles al matrimonio espiritual y llenándolos de
gracia y del Espíritu Santo.
P. Román Llamas, ocd, 15 de enero de 2020, miércoles.